|
“Y en el camino del tiempo, he descansado al divisar
la morada del Inca, por quien lo humano se resiste a contemplar
y que en sueño de imponente belleza
estremece el espíritu y el cuerpo de este cantar.”
Cuzco incaico, Padre del ande,
de magia andina en vestimenta colonial,
tu converges al centro del universo,
entre el cielo y el ande, entre el valle y el río.
Allí estás Cuzco, en cuna de oro, admirable, magnífico,
como el más excelso monumento de la historia Inca,
de inmensas fortalezas y ciudades de piedra,
con tu valle sagrado y tu gente andina,
Allí estás, sembrada como semilla, como historia,
como el más grande fruto de la estirpe humana.
Cuzco de ensueño, imán de la tierra,
en ti se concentra la fuerza del mundo,
como lanzas de fuego que se entrecruzan
a vuelo de cóndores de aladas montañas,
a historia que fluye en piedras mudas,
como tiempo que vuelve en veloz recuerdo.
Así eres tú Cuzco, de la tierra y del fuego
de la teja y del adobe, del barro y la arcilla
de la piedra y del ichu.
Cuzco, ciudad del Inca, eterna en cada latido
de los que viven contigo, de los que miran tu historia,
de los que nacen y mueren en tu cuna.
Cuzco, hoy soy tu devoto, hoy soy Cuzco.
He de vivir en la sangre de tu gente, en la misma tierra,
en el mismo adobe, en el mismo cuero.
He de cubrirme con las mismas mantas
que abrigaron los cuerpos y carnes
de la sangre que hoy quema mis venas.
He de sembrar el maíz en el más alto andén,
y beber la sangre de sus venas blancas,
en plateadas vasijas de molde ancestral
hasta embriagarme con la ardiente espuma de la chicha
calmando sorbo a sorbo la sed
de mis antepasados
He de sentir la sangre de estas montañas
y guerrear por mi Cuzco en fiera pelea,
he de subir a lo más divino, a lo más humano,
hasta tu más hermosa perla,
hasta el cóndor andino, fiel vigía del imperio.
He de llevar enormes piedras a mi palacio inca,
y forjar inmensas ciudadelas de andino estilo,
he de beber el río de mi valle sagrado,
y he de morir regado por la misma tierra
del trigo y la papa, de la quinua y la cebada.
Y así solemne ante ti, como el más glorioso inca,
podré finalmente decir, hoy soy Cuzco,
del la tierra y del fuego,
de inmensas fortalezas, de ciudades de piedra,
de la teja y del adobe, de barro y la arcilla,
del la piedra y del ichu.
|